Tunari, cerca tan cerca
Cinco mil y cincuenta. Son los metros del modesto Tunari que gobierna el departamento con el título de pico más alto. Aparte de algunas escarchas eternas la montaña apenas viste de blanco ocasionalmente. Pero no muere de envidia ante el Illimani y la cordillera Real que se ven a lo lejos; el Tunari está contento con ese sol permanente que le hace olvidar la brisa helada que llega infaltable por las tardes.
El camino desde la cruz, en plena “carretera” a Morochata, comienza como una caminata muy ligera, como agradable paseo alrededor de las lagunas que resaltan en la planicie. La sensación de vacío y de aislamiento se ve menguada por la presencia de las llamas que deambulan por pendientes imposibles y se mantienen vigilantes.
Aún cuando se pierden de vista, hacen sentir su presencia con el excremento seco que es omnipresente. Y por supuesto con las sendas que dejan marcadas, como si fuesen bicicletas. Paseo distendido.
Pero la subida en cierto momento empieza a complicarse, el terreno es más árido e inestable y las pendientes son más pronunciadas. Se siente cada centímetro. Cada paso es un esfuerzo que no pasa desapercibido. Y los moradores de esos parajes son cada vez más escasos. Pajonales amarillos, apenas unos centímetros por encima del suelo. Lagartijas que se esconden entre las rocas. En algún momento, una chinchilla que sale a lucir su cola. Esos seres extraños no dan la bienvenida, se esconden de los forasteros.
Cuando el camino se convierte en vía crucis y el paisaje hace recuerdo a mordor, uno puede darse ánimos mirando atrás y constatando que se ha subido demasiado como para retroceder. Las lagunas, llamas y colinas son miniaturas. Pero la verdadera recompensa llega al final, cuando ya no quedan piedras más que debajo de los pies y todo el valle queda a merced de la vista golosa que por lo menos por unos instantes cree descubrir una civilización perdida.
Es cierto que incluso jubilados llegan al mismo sitio sin inconvenientes y que el trecho es bastante corto, pero ese cerro y sus 5050 de algún modo hacen sentir enorme hasta al más insignificante.