4.29.2006

Hellas!

Desde el cielo Atenas parece interminable. La sensación es más evidente al hacer el trayecto entre el aeropuerto y el centro de la ciudad. Tal vez es simplemente una impresión de recién llegado pero el bus parece avanzar a 100 kilómetros por hora durante más tiempo del que puede durar una ciudad. Así puse mis pies en tierras griegas, precisamente en la plaza Syntagma, que debe significar algo así como Constitución. Es probablemente la primera vez que llego a un lugar en el que no entiendo prácticamente nada de lo que está sucediendo. La gente articula sonidos que no significan mucho, y los letreros, periódicos y carteles ni siquiera utilizan el mismo alfabeto que yo. Se suponía que debía dirigirme a una calle llamada Victor Hugo para encontrar techo y lecho. Pero era inútil buscar nombres tal como los conocía así que tuve que buscar aproximaciones obvias. Por suerte todo el mundo sabe algo de alfa, beta y gama, que de algo tenía que servir. Al final pude aprender una palabra: Nosokomio, que puede ser muy útil.

Edificio del Parlamento y tumba del soldado desconocido.


Lo bueno de ciudades como Atenas es que existe una gran cantidad de visitantes impertinentes que obligan a todos a conocer algo del idioma internacional. Claro que en muchos casos las señas son extremadamente efectivas. No veo por qué no usarlas mientras se pueda. De todos modos mi escaso tiempo en territorio helénico no permitía divertirme mucho con el idioma. En el hogar de turistas escasos de efectivos encontré un camarada de la república popular China. Luego de darme cuenta que el camarada hablaba francés pudimos intercambiar algunas informaciones. Resulta que el amable camarada estudia en Paris con algunos de sus compatriotas y aprovechando días libres se dio una escapada. Pero al mejor estilo oriental, la eficiencia de su viaje es digna de remarcar. En la semana de pascuas logró pasar por Milano, Venecia, Roma, Firenze, Pisa, Atenas y Santorini. Maratónico viaje que se mandan.

Tal como me comentó un comunicativo ciudadano inglés durante las 3 horas de vuelo, Atenas tiene un aire distinto al de las ciudades frías del norte. Entre otras cosas me comentó que los atenienses parecían estar siempre “in a rush”. Debe ser por la agitación de sus 4 millones de personas. También me habló de la gran dificultad de conducir en el asiento izquierdo. Por algún motivo ese detalle no me impresionó demasiado. Según me dijo el ambiente sería un tanto caótico: “los autos pueden no respetar los semáforos así que hay que estar atento”. Otra cosa que me advirtió fue la presencia masiva de perros salvajes “wild dogs” que se pasean libremente por las calles. Todos esos detalles me trajeron un sentimiento de déjà vu, por qué será? Todo lo profetizado por el ciudadano británico se confirmó y puedo agregar algunos comentarios adicionales. Las motocicletas parecen tener ciertos privilegios especiales y las bocinas sirven para elaborar complejos diálogos entre los automóviles. Hace buen tiempo que no veía ese tipo de interacción callejera. Entonces sentí la natural necesidad de recordar mis viejas habilidades para cruzar calles, tirando por tierra todas las normas de buen peatón. Pero no hay que dejarse engañar totalmente. Basta con darle un vistazo al sistema de transporte, incluyendo buses, subterráneos y navegación. Los trabajos realizados en la ciudad para los juegos olímpicos de 2004 también tienen han hecho diferencia. Si Grecia está desde hace buen tiempo en la UE no es por coincidencia.

En pleno centro de la ciudad está el popular “flea market” Monastiraki. Se trata de comercios pequeños, que exponen de todo un poco, ropa, chucherías, recuerdos, artesanías y etcéteras. El estilo informal también me trajo a la mente ciertos mercados menos conocidos mundialmente pero más extensos y complejos. Por qué en estas tierras me vienen flashes de comarcas distantes? En medio del gentío y los comercios y los vendedores de comiditas al paso, recordé que mi reloj necesitaba una manilla, así que procedí a darle utilidad práctica al mercado griego. En los alpes me habrían aconsejado tirar mi reloj y comprar otro, pero supuse que en Grecia podían haber algunas alternativas. Efectivamente encontré un señor que tenía una reducida mesa en la que vendía objetos diversos y de diversa procedencia. Sin preguntar mucho dirigí mi vista a una serie de manillas de cuarta mano que tenía en una esquina de su mesa. Entonces el griego dijo rápidamente “Stainless steel, very good, very expensive, for you five euros”. Con ese tipo de fluída conversación todo se puede solucionar en el país de los griegos.

Mis deambulaciones me llevaron en algún momento de vuelta a la Plaza Syntagma, en frente de la cual está el edificio del parlamento. El edificio, muy sobrio, parece ser de principios del siglo XX y tiene en la base la tumba del soldado desconocido. Lo llamativo son los guardias que la custodian. Esa guardia ceremonial tiene uno de los uniformes y coreografía más singulares que jamás haya visto. Quien haya ideado los pasos que hacen seguramente quería hacer gala de su originalidad.


honores al soldado desconocido












Atenas tiene mucho para ver en cada plaza, parque o colina. En cada callejuela y mercado. Hay una sensación permanente de que algo está sucediendo, hay vida por todos los rincones. Pero un lugar en especial se alza imponente al centro mismo de la capital helena. Y trae a la mente la palabra origen, no solo para los griegos, sino para gran parte de la humanidad.


living in the past

Gran parte de la ciudad medieval de London ya no existe. Uno de los eventos más trágicos de la historia de la ciudad es el Gran Incendio de 1666, que consumió nada menos que 5/6 de las edificaciones. Se cree que el incendio fue provocado accidentalmente por un individuo que descuidó su horno, aunque en aquella época –en nombre de la lucha contra el terrorismo- torturaron y condenaron a unos sujetos que supuestamente iniciaron el incendio bajo instrucciones del Papa. Lo cierto es que el incendio se llevó innumerables tesoros arquitectónicos, libros, pinturas, puentes y por supuesto una incierta cantidad de vidas humanas. Entre las más de 80 iglesias que quedaron destruidas se cuenta a la antigua catedral gótica de St. Paul, que sería reemplazada rápidamente por la actual. El Gran Incendio, en un año proféticamente conflictivo (1666 no daba buena espina) produjo un impacto en los londinenses que se arrastra hasta hoy. Un sobrio monumento conmemora la tragedia. Lo llaman simplemente “The Monument” y es una enorme columna erigida en el lugar en el que se originó el fuego.



No lejos del Monument y siempre cerca del omnipresente Thames está la Catedral de St. Paul. Reconstruida 100 veces, la edificación actual es la que se erigió luego del Gran Incendio de 1666. La enorme cúpula, inspirada en la de San Pietro de Roma, destaca y sobresale especialmente. Es raro ver un edificio renacentista en medio de London, tal vez por eso St. Paul es tan especial. Al interior celebraban una misa. A primera vista parece que los anglicanos no tienen mucha diferencia con los católicos. Este asunto de las religiones ha sido utilizado como excusa para hacer todo tipo de barbaridades y al final las diferencias son despreciables. Todo sea por armar escándalo.







frontis de St.Paul's Cathedral



Muchas de estas cosas, que hacen parte de la historia de London, se cuentan en su museo, impredeciblemente llamado Museum Of London. Los museos en London tienen la política de no cobrar por entrada aunque siempre tienen una alcancía que dice “no se haga al corto y ponga unas monedas”.
La importancia de la ciudad como centro comercial en Inglaterra recién surgió luego de la conquista romana. Si bien Roma no estableció en Londinium una capital política, la villa pronto cobró importancia por su ubicación estratégica. El legado romano se tradujo en un completo sistema de caminos y senderos que llegaban hasta la frontera con Escocia en el norte, protegida por el Muro de Adriano. Es curiosa la forma en la que Roma procedía a conquistar un territorio. Una vez que ganaban un sitio, se encargaban de desarrollar grandes trabajos de infraestructura, como caminos, defensas, acueductos. De ese modo la civilización llegaba a todos los confines del imperio, no se trataba simplemente de arrasar y saquear. Pero la distancia hizo que sea muy difícil mantener tropas así que en cierto momento el imperio dejó a los centuriones a su suerte en Britannia. Y fue así que los Sajones invadieron y tiraron todo por tierra, incluyendo la villa de Londinium. El lugar quedaría prácticamente abandonado por algunos siglos.

La conquista normanda traería nueva importancia a la futura London. La construcción de fortalezas por instrucción de William The Conqueror es una prueba de ello. Con el tiempo y pese a diversos incendios y la gran peste, la ciudad se convertiría eventualmente en uno de los grandes centros comerciales y culturales de Europa. En tiempos de Shakespeare el teatro cobraría singular importancia, gracias en parte a la intervención de Elizabeth I que permitía la aglomeración de gentes, “siempre y cuando sea para sana recreación y no para dar ejemplo del mal”. En aquellos tiempos tener mucha gente junta traía peligro de crear turbas enardecidas, así que había que tener cuidado. Siglos más tarde London sería también el más vivo ejemplo de la revolución industrial, con todo el barullo, exceso de población y exceso de desigualdad que ello implicaba. El crimen también encontró hogar en London industrial e imperial, lo cual fue en parte compensado por las ejecuciones públicas que en cierto modo distraían la atención. La era victoriana legaría más tarde junto con el progreso. Enormes diferencias sociales y un crecimiento poblacional fuera de control. El Museo de London tiene un pequeño sector que reconstruye callejuelas y comercios de la época. Por unos momentos uno puede ver las vitrinas de las sastrerías, las oficinas de los banqueros o los talleres de un relojero.

El Museum Of London recorre los pasadizos de la historia británica, la historia de esas insignificantes islas que dominaron el globo y dejaron huellas visibles hasta hoy. Pero eso es apenas un pedazo de la historia de la humanidad, cuyos orígenes tienen testigos que han sobrevivido milenios y relatan sus historias en el Museo Británico (British Museum).


Solamente el edificio es digno de admiración. Enorme, dotado de una presencia abrumadora, al mejor estilo neo clásico. El museo posee una “Sala de Lectura” que alberga miles y miles de libros, disponibles al público, en un ambiente espectacular, coronado de una iluminada y grandiosa cúpula. Es una especie de biblioteca de ensueño. Otro sector despliega una reconstrucción del museo en la era de las luces “Enlightment”. El museo en sus orígenes abarcaba “todas las ciencias” en el mejor estilo enciclopédico. Desde la astronomía hasta las ciencias naturales, de la arqueología a las matemáticas.

Una de las colecciones más importantes del museo es aquella de dibujos y sketches. Una exposición temporal dedicaba sus muros a los trabajos de Michelangelo, el genio italiano, autor de algunas de las obras más importantes de la humanidad en cuanto a pintura, escultura y arquitectura. La muestra se centraba principalmente en los esbozos y dibujos del artista, felizmente rescatados del olvido por alguna gente de brillantes iniciativas. Muchos de esos dibujos muestran el conocimiento detallado del artista de la anatomía humana. Por ejemplo, se tienen algunos ensayos de lo que sería el cuerpo de Adán, en la Capilla Sixtina. Michelangelo era capaz de crear posiciones físicamente imposibles y engañar al ojo humano. Michelangelo hacía pequeños bocetos los cuales agrandaba en grandes láminas de papel. Con estas láminas podía finalmente realizar los frescos gigantescos por los que es famoso. Sin embargo, siendo celoso de su obra, Michelangelo solía eliminar muchos de sus bocetos, así que los que han sobrevivido hasta hoy han tenido bastante surte. Entre los papeles que se han podido rescatar están algunos bocetos de sus obras arquitectónicas, a las que se dedicó principalmente después de pintar El Juicio Final. De hecho prácticamente no volvió a pintar nada en la última época de su vida, consagrando la mayor parte del tiempo a la nueva basílica de San Pietro y la enorme cúpula que hoy es orgullo vaticano.

Detallar todos los espacios del Museo Británico sería demasiado. En apenas 8 horas de visita solamente pude dar un vistazo. Solamente decir que sorprendió ver restos de las culturas maya y azteca, uno de esos rocosos monolitos de la Isla de Pascua e incluso arte nigeriano. Una exposición temporal despertó mi curiosidad un poco más de lo habitual. Se trataba de una muestra de cómo perciben las diversas culturas los conceptos de vida y muerte. Un lugar privilegiado de esa exposición mostraba la visión orureña! Si, en efecto, trajes y máscaras de la popular diablada estaban en exhibición. Para rematar, unos pesados disfraces de morenada escoltaban a la diablada. Increíble que uno encuentre folklore boliviano hasta en el Museo Británico. En fin.

En la sección dedicada a Asiria se destacan algunos murales en piedra rescatados de los templos y palacios de los reyes Ashurnasirpal y Ashurbanipal, provenientes de Nínive. Muros y muros del museo están cubiertos con esos relieves, que ilustran diversos eventos cotidianos e históricos. Uno singularmente interesante muestra con muchísimo detalle la cacería real de leones. Según relatan los mismos asirios a través de su escritura cuneiforme, los leones representaban “gran peligro” para el ganado e incluso para las personas, así que procedieron a exterminarlos casi por completo. Aparentemente lo lograron, ya que hoy me parece difícil que se encuentren leones en Mesopotamia. Tal parece que los súbditos del rey capturaban leones vivos y luego los enjaulaban. Posteriormente, en una especie de corrida de leones, los soltaban uno por uno de modo que el rey personalmente podía liquidarlos a flechazos. Aparte de ser un deporte real, el espectáculo mostraba el poder del soberano sobre la amenaza de la naturaleza. El simbolismo siempre ha sido fuerte en el ser humano desde el comienzo de la civilización. Es sorprendente la forma cómo el artista logra reflejar el dolor y la impotencia de las fieras, atravesadas por las flechas; es una escena dramática. Otro relieve a mencionar es el de las batallas que sostienen contra ejércitos enemigos. En uno de los frisos se ve claramente como proceden a sitiar los muros de las ciudades y luego abatir a sus oponentes. Cuerpos mutilados, pisados por los caballos, atravesados por las lanzas, todo minuciosamente detallado y siempre bajo la presencia del rey, que muestra su poderío y su dominio sobre el enemigo.
También tienen su lugar en el museo las gigantes y famosísimas esculturas de esfinges aladas asirias que hace miles de años flanqueaban la entrada a la ciudad. Según dicen, no solamente proporcionaban una elegante entrada sino que protegían de maleficios y malos espíritus.

Cerca, muy cerca de los tesoros asirios está la gran colección de piezas egipcias del Mueso Británico. Momias, muchas momias, incluso momias de gatos y momias falsas que vendían como souvenirs hace tantos siglos. También muchas joyas y objetos de uso personal que normalmente se encuentran junto a las tumbas. Los egipcios dotaban a sus muertos de todo el material necesario como para pasarla bien al otro lado. Gran suerte para los arqueólogos, ya que pueden descubrir un sinnúmero de cosas a partir de esos objetos. Pero tal vez es mas impresionante para un casual visitante ver las macizas esculturas y monumentos en piedra que los británicos trajeron consigo del Nilo. Hace falta un poco de imaginación para completar el rompecabezas de estatuas colosales como la de Ramsés II o Amenhotep. Cuando los primeros arqueólogos modernos encontraron manos, torsos y cabezas tirados a orillas del Nilo, sintieron la necesidad de preservar las reliquias y proceder a estudiarlas. Las autoridades nunca pusieron muchos obstáculos: “pueden llevarse tantas de esas rocas como crean necesario”. La egiptología nació en la práctica con la presencia de Napoleón, antes que éste tome el poder absoluto del hexágono. Bajo sus órdenes, muchos de los tesoros del antiguo Egipto fueron trasladados a Francia, hoy en el Museo de Louvre. Pero la aventura de Bonaparte en Egipto no tuvo un final feliz, de hecho los ingleses descubrieron los navíos franceses anclados en Aboukir y los destruyeron casi completamente. En tratados consecuentes Francia cedió varios de sus tesoros egipcios a los británicos, los cuales se exhiben hoy en el museo. Pero la presencia francesa lanzó con gran ímpetu el interés por Egipto, y un hecho en particular es digno de destacar. Durante la construcción de un fuerte, solados franceses descubrieron una piedra negra con inscripciones. Examinada por expertos de la época, se evidenció que se trataba de una pieza de enorme importancia, ya que las inscripciones estaban en jeroglíficos, en demótico (idioma egipcio) y griego. Si bien los tratados obligaron a entregar la piedra a Inglaterra, los franceses siguieron estudiando la piedra, llamada Piedra Rosetta, con resultados que todo el mundo conoce. Jean-François Champollion llegaría a descifrar los jeroglíficos egipcios, que hasta entonces habían sido un total enigma para la comunidad científica. Y sucede que la Piedra Rosetta era un edicto de uno de los faraones Ptolomeos, que tenían la idea de publicar sus decisiones en demótico, en griego y en los jeroglíficos tradicionales. Con esa información y algo de ingenio, Champollion logró develar los secretos de lo que parecían figuritas divertidas. Por cierto los Ptolomeos constituyen la última dinastía de Egipto, fundada tras la muerte de Alejandro Magno por uno de sus generales, llamado Ptolomeo. Es por eso que esta dinastía escribía en griego, producto de la helenización alejandrina. La Piedra Rosetta se exhibe hoy en día en el Museo Británico y miles de personas ven en ella un símbolo del encuentro entre culturas, una muestra de la existencia de artefactos que develan los mayores misterios.

Hablando de helenización, Grecia viene en mente. El museo introduce a Grecia a través de las culturas minoica y micénica. La antigua Creta del minotauro, Knossos y las islas del Egeo. Micenas, la edad de bronce y las leyendas de Agammenon y Menelao. Todos los mitos tuvieron algo de realidad, los restos lo confirman. Lo cierto es que estas culturas antecedieron a la Grecia clásica, que fue mirada durante siglos y quizás hasta hoy, como la culminación de la civilización humana.

La influencia griega llegó a costas de la actual Turquía desde tiempos inmemorables. El museo tiene un salón dedicado exclusivamente a la muestra de los fragmentos de lo que se conoce como el monumento de las Nereidas. Se trata de un templo adornado con tres figuras que se supone son las nereidas, personajes marítimos relacionados con el mar Egeo. El templo se erigió en Lycia, pero sorprende la cantidad de fragmentos que se encuentran hoy en suelo inglés. Columnas enteras, partes del techo y la mayor parte de los frisos laterales, esculpidos magníficamente. Incluso 6 de las estatuas de las nereidas se encuentran en el museo.
Otro ejemplo de la influencia helena es el publicitado Mausoleo de Halicarnaso. Una de las maravillas del mundo antiguo, se trata de la tumba del rey Mausolo, que amasó poder y constituyó un reino de facto casi al margen del poder persa. La tumba era básicamente una edificación de base cuadrada, una serie de columnas a 2 niveles y finalmente una pirámide escalonada como cúspide. Se cree que la altura del monumento era de unos 45 metros y estaba coronada por una cuadriga de dimensiones sobrenaturales. Según se tiene recuento, los mejores arquitectos y escultores de la época fueron convocados para participar en los trabajos y gran parte de la edificación se realizó en mármol. El esplendor del monumento hizo que se derivara “mausoleo” de Mausolo y que se lo liste como maravilla mundial. Sin embargo la perpetuidad en este mundo es una ilusión, así que un terremoto redujo a pedazos el mausoleo. Posteriormente, los caballeros de la Orden de Malta se apoderarían del lugar, creando una fortaleza haciendo uso de las piezas caídas de la tumba. Solamente en el siglo XIX, excavaciones inglesas lograron encontrar relieves, y algunas de las estatuas originales. Entre ellas destacan uno de los colosales caballos de la cuadriga que coronaba el mausoleo, así como las estatuas gigantes de dos personajes, que según se cree, podrían se Mausolo y su esposa Artemisia. También algunos de los frisos, que relatan en imágenes las batallas contra los centauros y las amazonas, permanecen en el museo como recuerdos de un pasado glorioso.

Otro de los salones del museo está dedicado al corazón mismo de la Grecia clásica, a la ciudad de la diosa del yelmo y de la lanza, a la ciudad de la primera democracia, de Pericles y de las grandes luces de la antigüedad. Así es, en el museo británico descansan trozos de Atenas, pero sería una pena tener que hablar de Atenas, la Acrópolis y el Partenón desde tan lejos del Egeo, no?

4.28.2006

God Save The Queen

Con el Thames como guía, procedí a deambular por Southwark en el paseo que denominan “Queen’s Walk”. Un gentío bloqueaba al mejor estilo turista el paso a la altura del London Eye, haciendo un bullicio multicultural y multiétnico. Pero a medida que avanzaba hacia el este la densidad turística disminuía. Pronto me vi en medio de edificios galácticos que contrarrestaban con el misticismo del viejo Thames. El contraste se hizo mayor al llegar al sector donde a alguien se le ocurrió erigir una copia del shakesperiano Globe Theatre. En London no resulta un atrevimiento mezclar renacentismo, neoclasicismo y postmodernismo. Todo está permitido. Y es que London parece tener todo, todo a disposición. Tal es así que en cierto momento apareció anclada una réplica de navío de Francis Drake, no lejos del crucero Belfast de la segunda guerra, que hoy es museo flotante.

Pero poco a poco y a medida que el kilometraje aumentaba, los edificios fueron desapareciendo y me encontré rodeado de construcciones en ladrillo y puentes de peatones que bizarramente cruzaban de tanto en tanto encima de mi cabeza. Y resulta que en esa extraña zona de Southwark encontré el hostal de jóvenes desamparados, en el que no permanecí mucho tiempo antes de relanzarme a deambular.

Tower Bridge se alza como macizo monumento en medio de un opaco, turbio pero célebre Thames. En ciertas ocasiones Tower Bridge abre sus alas para dejar pasar navíos oblongos pero especialmente para posar ante la metralla de fotografías. El resto del tiempo se queda estático, permitiendo el paso entre Southwark y City of London. Construido en plena era victoriana, el puente delata cierta influencia neo gótica que explica sus proporciones y su majestad. Todo un símbolo de la ciudad.





Cruzando Tower Bridge está uno de los lugares más emblemáticos de Inglaterra: The Tower Of London. La fortaleza fue durante siglos el último refugio de los soberanos de estas islas. Una serie de murallas en piedra hacen particularmente difícil una invasión por tierra, mientras que al sur el Thames sirve como frontera. El complejo fue construido en muchísimas y discontinuas etapas, empezando por aquellas iniciadas por William The Conqueror (Guille el conquistador). Existen tantas murallas, pasadizos, salones y torres que mi memoria gastada apenas llega a retener alguno que otro dato. Lo que queda claro es que quienes pretendieron utilizar Tower Of London como protección querían sentirse muy seguros.

Tal vez la edificación que resalta singularmente en el conglomerado es The White Tower. No es la torre de Gondor ni la de marfil, pero también tiene su historia por detrás. White Tower más que una torre es un castillo macizo de unos 80 metros, cuadrado y dotado de 4 torres en las esquinas. Es el Corazón del complejo y aparentemente fue la primera parte en ser construida por William The Conqueror. Hoy alberga principalmente la armería. Una infinidad de espadas, lanzas, mosquetes y pistolones tapizan los enormes muros al interior. Inclusive cuelgan armas de las columnas, desde el techo hasta el suelo, a más de algunos instrumentos de tortura, que seguramente fueron apropiadamente utilizados en los obscuros calabozos del castillo. Y sucede que Tower Of London perdió importancia como fortaleza con la llegada de la artillería, así que pasó a tomar el papel de prisión de alta seguridad.

Son célebres algunos de los prisioneros que en algún momento merodearon por estos muros. En el siglo XVII varios jesuitas fueron acusados de conspirar contra el reino y de tratar de “reconvertir” Inglaterra al catolicismo. Aún hoy se ven las marcas y testimonios de esos jesuitas en sus celdas. Inscripciones en los muros que hoy un alegre turista puede ver impávido. El infame instrumento de tortura que les aplicaron – esa cama en la que estiran las extremidades hasta un punto indeseable- permanece expuesto al público, testificando la barbarie que en algún momento se creyó justificable. Otro ejemplo macabro es el de Anne Boleyn (Ana Bolena), una de las varias esposas de Henry VIII (Enrique VIII) y madre de la futura Reina Elizabeth I. Acusada de adulterio, fue decapitada en Tower of London al mismo tiempo que su hija Elizabeth era declarada ilegítima. La misma Elizabeth sería temporalmente prisionera en la misma fortaleza, por orden su hermana Mary algunos años después. Cosas del destino, La Reina “Virgen” sería posteriormente una de las grandes soberanas de la historia de Inglaterra. Terminando con los prisioneros, Tower Of London incluso albergó espías nazis, con los que no se tuvo mucha piedad y una decena de ellos fueron fusilados en algún sitio entre estas antiguas y mudas murallas.

Hoy en día, para contrarrestar la historia tétrica de la fortaleza, diversos museos y exposiciones están instalados en todas las esquinas. Probablemente el sector más visitado sea aquel donde se exhiben las joyas de la corona. Protegidas celosamente, las reliquias pueden despertar la fiebre del oro así que hay que tener cuidado. La monarquía británica muestra orgullosa al público las diversas coronas y atributos que se otorgan al soberano. O en este caso a la soberana. Tal como en tiempos medievales, la corona, cetro, espada, y por supuesto la bola de oro. Los símbolos del poder. Un video muy entretenido muestra los momentos en los que esos símbolos fueron impuestos a Elizabeth II que supuestamente reina actualmente. Divertido ver semejante liturgia en el acelerado siglo XX. Aparte de joyas, piedras preciosas y el célebre diamante Culliman, salta a la vista la colección piezas en oro de la corona británica. Vajilla, soperas, bandejas y copas en oro, en formas y tamaños que pueden descontrolar a quien no está acostumbrado a ver más que un diente dorado. Me pregunto si algo de este oro vendrá de tierras andinas. Uno nunca sabe.









Alojamiento de las joyas de la cornona.

4.25.2006

London Calling

Un avión de esos pintados de naranja fue suficiente para llevarme al corazón de unas islas que por insignificantes que parezcan, hace no mucho dominaban un buen trozo del mundo. London Gatwick es el aeropuerto en el que aparecí luego de dormir por una hora en un reducido asiento para viajeros amarretes. London tiene tanta gente que viene y va que tiene –por lo menos a mi conocimiento- 4 aeropuertos a disposición de los escapistas. En todo caso un viaje adicional de media hora es necesario para ir de Gatwick a la estación Victoria, que está en medio de la ciudad. Claro que antes de entrar en territorio inglés, se vinieron las preguntas: -qué quiere usted aquí? - -no tenía nada que hacer en casa así que decidí darme una vuelta por su boliche- -ah, maravilla, pero no se olvide irse pronto, ok?- -no problem-.

Al comprar mi boleto de tren recordé que los francos no me serían de mucha utilidad así que procedí a aprovisionarme de libras esterlinas, que me hicieron recuerdo a un célebre político allá en mi tierra natal (dicen que se robó unas libras esterlinas allá por los 50s). Un tanto contrariado por el cambio de moneda, compré mi boleto y subí al tren, que me mostraba interminables paisajes de campos verdes al estilo inglés, con las típicas series de casas en ladrillo visto y equipadas con infaltables chimeneas. Pero al llegar a London, la zona se tornó algo más “industrial” y la bulla se hizo más evidente. Extraño escuchar un inglés inglés y no ese idioma de zona franca que se usa en la escuela. Sucede que en la escuela todos hablan su propia versión del inglés y se escucha efectivamente distinta a la original. Raro.

Saliendo de la estación me doy cuenta que estoy en Westminster. No es que sea muy astuto sino que todas las calles tienen el subtítulo “City of Westminster” que delata la ubicación. Entonces emprendí una marcha un tanto aleatoria, suponiendo que me dirigía hacia el Tamesis o Thames, que suena mejor. No fueron necesarios muchos pasos para percibir el aire londinense: Buses rojos de 2 pisos por todos lados, taxis negros a la antigua, cabinas telefónicas con la marca real, cielo gris no muy amigable y conductores que no se dan cuenta que sus autos deben pasar por un taller de transformers.

Mi caminar desorbitado tuvo la suerte de llevarme en poco tiempo a la catedral católica de Westminster. Los católicos en Inglaterra fueron perseguidos e incluso ejecutados en ciertas épocas, por ejemplo durante el reinado de Elizabeth I. Los jesuitas fueron algunos de los más buscados, gracias a las conspiraciones a las que se brindaban a solicitud papal. Pero en el siglo XIX las cosas se apaciguaron y les dejaron establecerse legalmente en el país. Es así que a principios del siglo XX se inauguró ésta espléndida catedral, enladrillada por fuera y cubierta de mármol por dentro. El diseño inspirado en la arquitectura bizantina, le otorga una cierta presencia difícil de explicar. En medio de edificios posmodernos la iglesia resalta particularmente. Sin embrago por lo visto las obras no han concluido, existen algunas capillas al interior que están en trabajos. Pero el resto es impresionante. Un aire solemne y sombrío reinaba el lugar por ser semana santa. Los velos cubrían algunas imágenes y algunos fieles hacían sus oraciones. Mientras tanto yo podía admirar algunas de las capillas, como aquella en la que se honra a San Agustín. Este Agustín no debe confundirse por cierto con el “doctor de la Iglesia”, obispo de Hipona. Este Agustín es aquel que fue enviado por el Papa a Inglaterra para convertir a los paganos anglosajones que reinaban en Inglaterra a fines del siglo V.

Seguí caminando por un rato hasta que unas inconfundibles siluetas me indicaron que estaba en el centro de la acción de London. Sucede que estaba en frente de la Abadía de Westminster, que es todo un emblema de Inglaterra. La iglesia fue remodelada mil veces pero en esencia es un edificio gótico. Incluso las dos grandes torres que ostenta son góticas aunque fueron construidas en el siglo XVIII. La Abadía de Westminster es el lugar tradicional de coronación de todos los reyes de Inglaterra, así que es testigo de tantas páginas de historia que asusta. Por si no fuera suficiente misticismo encerrado en sus paredes, un ejército de personalidades descansa en paz en el lugar. Darwin, Newton, Dickens, Kipling, Laurence Olivier son algunos ejemplos. Oliver Cromwell también fue pomposamente enterrado al interior, aunque luego fue exhumado y colgado post-mortem al reestablecerse la monarquía. Extrañas historias se cuentan en tierras británicas.

Estuve entreteniéndome un poco mas por las orillas del Thames, hasta que recordé que debía atravesar la ciudad para llegar a unos de esos hostales para jóvenes paracaidistas.


Thames y St. Paul. Una tarde londinense.

4.24.2006

keep talking

El milagro de llevar el mundo de lo concreto a lo abstracto. La palabra, la escritura. La capacidad de expresar lo que parece haber sido, lo que quizas sea, y lo que aparentemente es. La irresponsabilidad de lanzar enunciados sin importar que tengan origen en el sueño. La destreza de traducir en sonidos y luego en símbolos lo que perciben los sentidos. Todo ese torrente de información que llega entremezclada y provoca sensaciones que la mente procesa caprichosamente.

Si tan solo todo ese potencial fuese utilizado para hacer el bien y no el mal :)
Pero se puede hablar de un desperdicio de recursos en este caso? Tal parece que el mundo de las ideas es increíblemente vasto y prolífico. Uno se puede dar el gusto de seguir cavando en la inagotable mina y siguen saliendo tesoros, aunque en medio de toneladas de piedras inservibles.

Demos atención a los tesoros e ignoremos las piedras vulgares con las que tropezamos día tras día.