11.11.2006

Living in The Material World

La década de los 70s fue escenario para marchas fúnebres consecutivas de las constelaciones sesenteras. Pero no se trató de una aniquilación repentina, producto de un meteoro gigante y arrasador. No. Fue muerte lenta y dolorosa, a veces en condiciones humillantes. Claro que en la farándula existen las aves fénix, que esperan el momento oportuno para el contra-ataque.

Un caso singular fue aquel de George Harrison, parte del trípode que sostuvo a la mayor banda de la historia. Su primer intento serio en solitario 'All things must pass' enmudecería a todos quienes antes habían criticado su previo silencio. El triple álbum no solo significó un éxito comercial sino musical. Una verdadera fiesta en la que participaban Clapton, los Dominos, el infaltable Ringo, Billy Preston, el fantasma de Klaus Voorman y Dave Mason. Todos bajo la batuta de un inspirado Harrison y la máquina spectoriana de producción.

Esa movida arriesgada pero felizmente efectiva del reservado ex-beatle fue seguida de un mega concierto que no hizo más que consolidar el momentum de su música. Obviamente me refiero a la presentación en el Madison Square Garden, cuya recaudación y posteriores ventas de soundtrack y film se dirigirían a obras de beneficencia (léase Concierto de Bangladesh). Oportunidad única de ver volver a George sobre la tarima luego de la controvertida renuncia de los fab-four a los escenarios en 1966. Y no solo eso: escoltado por Ringo y Jim Keltner en bata, siempre Klaus en bajo, Leon Russell y Billy Preston en teclas, Clapton con la viola y Bob Dylan como arma secreta (sacado del ostracismo, quién sabe cómo..).

Pero Harrison no era un rock-star cualquiera. La ultrafama le traía a la mente el torbellino de la beatlemanía. Esa esclavitud mediática y acoso permanente que había vivido y no quería ni recordar. Y es así que fiel a su persona, George hace en 1973 un álbum espiritual, casi religioso, con nula vocación comercial pero armado sobre un pedestal músical envidiablemente sólido.

Con el colchón de sus habituales colaboradores, Ringo, Jim Keltner, Gary Wright, Jim horn, Klaus Voorman y Nicky Hopkins; Harrison lanzó 'Living In The Material World'. Si bien el título parece evocar la inmundicia de nuestro apego a los placeres mundanos, George concibe el Mundo Material simplemente como ésta realidad en la que nos movemos día tras día. Pasamos nuestros días en este mundo, nos llevamos comida a la boca y trabajamos y dormimos y y nos partimos la espalda durante los escasos momentos que dura la vida. Pero existe ese mundo espiritual, oculto y casi ajeno, por lo menos en el mensaje estampado en los tracks que componen el álbum.

A pesar de abordar temas poco atrayentes a la masa adolescente, el álbum tuvo una buena aceptación e incluso obtuvo un #1 con el single 'Give Me Love'. Con una producción menos pomposa que la spectoriana, 'Give Me Love' indica el tono de todo el álbum: refelxivo, melódico e inundado de una sencillez y simplicidad que encuentran explicación en la personalidad de la mente maestra del Dark Horse.

En la solidez y coherencia de éste álbum se pueden encontrar algunas gemas perdidas que obviamente han quedado lejos de la miopía radial. Como 'Sue Me Sue You Blues' y la parodia de las batallas legales entre los ex-fab. O 'Be Here Now' que parece grabado en la mente de un practicante de meditación trascendental. La progresión de acordes de 'The Light That Has Lighted The World' es otro ejemplo de humildad musical que irradia más fuerza que cualquier virtuosismo. Todo eso contrarestado con la canción homónima al álbum y "The Lord Loves The One" y la efectiva combinación de rock y horns del apropiadamente bautizado Jim Horn. La re-edición del disco (una gentileza de Olivia Harrison en este 2006) incluye dos bonus para el deleite. Los B-sides 'Deep Blue' y 'Miss O'Dell' que hasta ahora se conseguían solamente en bootlegs, se acoplan perfectamente al resto del álbum y dejar salir un poco del buen y característico humor harrisoniano.

Probablemente sea la sinceridad de George que llama la atención de nuestros oídos, que se despiertan al escuchar la voz de quien trataba de encontrar un puente de coherencia entre su ser y la maquinaria de la música, all those years ago.

2 commentaires:

Chambras a dit…

Muy bueno, solo me queda la curiosidad de saber si es de ahí que proviene el nombre de tu blog "Living in the Material World".

salu2.

Unknown a dit…

pues así es...
de algún lado hay que robar nombres.