5.26.2006

The Mercury Theatre on the Air


Seguramente todo el mundo ya la ha escuchado, pero no por eso esta emisión deja de ser interesante.

La adaptación radial de la Guerra de los Mundos, por Orson Welles a su tropa The Mercury Theatre, es recordada por haber tomado el pelo a mas de un radioescucha americano. Se dice que se reportaron miles de llamados solicitando protección ante el inminente ataque extraterrestre.Otras personas supuestamente sufrieron ataques de shock e histeria.

El asunto es que la adaptación de Welles -por lo menos en la primera parte- simula una aburrida emisión cotidiana siendo interrumpida por una ola de sucesivamente mas serias "breaking news".

Aparte de los mitos, queda el testimonio de los periódicos del día siguiente, incluyendo el New York Times, que relatan como algunas familias de New Jersey buscaban refugio ante los "ataques de gas" marcianos.

En el contexto de la competencia entre la radio y la prensa escrita de los años 30, se cree que la reacción de los diarios fue deliberadamente exagerada. Aun bajo esa suposición, lo cierto es que la emisión de Welles no pasó desapercibida.

5.08.2006

Amigos para siempre














Amigos para simpre means you'll always be my friend
Amics per sempre means a love that cannot end
Friends for life not just in summer or spring...

afp
www.eluniverso.com

5.05.2006

Anarchy in the UK

De vuelta en London. Unos anuncios de alerta de fuego en un sector del metro hicieron el trayecto London-Luton un tanto caótico. De cualquier modo resulta interesante tener que hacer el pequeño trayecto a Luton solamente para llegar al aeropuerto. En el camino uno puede efectivamente ver “the green and pleasant land”, como dice la canción. Según relatan antiguos registros históricos, los mismos romanos se sorprendieron de la verdura de los campos y el agua en abundancia de las islas británicas.

El cambio de horario me dejó algo aturdido, pero unos buenos cafés me devolvieron el color. A nombre de la huelga que iniciaron mis lastimados pies, me interné en el laberinto que es el “underground” londinense y luego de extrañas combinaciones aparecí en Trafalgar Square. Lamentablemente la columna de Nelson estaba en reparaciones así que tuve que conformarme con ver los andamiajes. Una pena no poder saludar al mítico y mutilado Lord Nelson, tal vez el héroe militar más recordado por los amigos ingleses. La fama de grandes héroes a veces está ligada a grandes contrincantes. Nelson tuvo al frente a la marina francesa en una época en la que el genio militar de Napoleón comandaba el hexágono. Nelson estuvo al mando en la decisiva y terrible batalla de Aboukir, en la que la flota francesa en Egipto fue eliminada, obligando a las tropas a quedar ancladas en el Delta del Nilo. Napoleón logró escabullirse de algún modo y regresó a Francia para tomar el poder. Como trágica consecuencia de sus múltiples batallas, Lord Nelson había perdido un brazo en Tenerife, por salvarse de la gangrena. Además, perdió un ojo en Nápoles y llevaba un sinnúmero de cicatrices en otros lugares. Aún así y en mal estado de salud, Nelson fue continuamente promovido y enviado a misiones especialmente importantes. En 1805 comandó la flota inglesa contra los franceses en la Batalla de Trafalgar. Aun siendo superado en número por los navíos franceses y españoles, Nelson condujo a los británicos a una victoria fundamental. La derrota suponía a Napoleón el abandono de sus planes de invasión a Inglaterra y lo obligaba a continuar la aventura continental. Pero Gran Bretaña pagaría cara la victoria con la vida de Lord Nelson. Un francotirador acertó a clavarle una bala que llegó a destrozarle la espina. Según dice la leyenda, su cuerpo fue preservado en un barril de brandy en el camino de vuelta a Inglaterra. Una vez allí recibió un entierro ceremonial, de los que solo están permitidos a los miembros de la realeza, en la Catedral de St. Paul. Todas esas cosas se recuerdan cuando uno pasa por Trafalgar Square.

Pero ahí mismo está la National Gallery, que no puede ser pasada de largo, así que procedí a entrar. Una exposición temporal de “Americans in Paris” mostraba la connotación de capital cultural que ostentaba la metrópolis francesa a principios del siglo XX. Los impresionistas americanos sentían la extrema necesidad de ir a Paris para buscar reconocimiento. Por más que ganaran laureles en New York, no se sentían realizados hasta exponer sus obras en el “Salon de Paris”. La colección permanente de la National Gallery es obviamente extensísima. Abarca desde la simbología religiosa medieval hasta los colores de Turner. Como siempre, de manera inexplicable uno se encuentra con algunas obras selectas de Raffaello y Leonardo Da Vinci (La Virgen de las Rocas) en los lugares en los que menos se espera. No puedo decir lo mismo de Rubens. Me pregunto cuanto dinero habrá amasado luego de trabajar durante tanto tiempo y para tantos monarcas. A Rubens se lo encuentra en toda Europa y en cantidades industriales. Particular atención al “Juicio de Paris”, en la que aparecen tres rebosantes figuras femeninas representando a Hera, Atenea y Afrodita. Pienso en los griegos y en las historias que inventaban para justificar sus guerras. Las excusas de hoy en día no son menos absurdas después de todo.
Los holandeses tienen un lugar especial en cualquier galería de arte del mundo. Luego del renacimiento italiano, los holandeses volcaron su atención a representar temas mundanos y simples, tal vez como consecuencia de la reforma y el protestantismo, que les obligaba a dejar de lado los temas religiosos. La deprimente sencillez villana de la época se mezcla perfectamente con la maestría en el uso de las sombras, y el resultado es espléndido, Rembrandt y Vermeer a la cabeza.

Y por supuesto está Turner, para hinchar de orgullo a todos los ingleses. Maestro insuperable del color, de las formas y las luces que se funden. Capaz de hacer aparecer navíos de entre la niebla, de retratar Venecia en un ataque de pinceladas difusas, de fotografiar un atardecer a bordo de un velero en alta mar. Dicen que es un precursor del impresionismo. Tal parece que era uno de esos geniales desubicados que se impacientan y nacen antes de lo debido.

Trafalgar Square y The National Gallery






Luego de algunas horas más en la National Gallery y luego de pasar un tiempo al lado de Van Gogh y Degas, me di una vuelta por St. James Park y Hyde Park. La Union Jack flameaba a lo largo de la vía que conduce a Buckingham Palace. La reina celebraba otro año más al mando de los británicos. No está realmente al mando, pero la simbología sigue siendo vital para nuestra rara especie. Buckingham Palace, la figura de la Reina Victoria…increíble que la tradición sea tan fuerte aún en países que llevan la vanguardia en tantas cosas.

Buckingham Palace



Los edificios del parlamento no reciben visitas de extraños. Al borde del Thames, el complejo está resguardado por la figura ecuestre de Richard “Coeur de Lion”, por Oliver Cromwell y por supuesto la guardia policial. Mientras tanto el Big Ben recuerda a los pasantes que el tiempo no perdona, aunque lo hace a su estilo elegante, con esa tonadita particular que todo el mundo se ha esmerado en copiar. La solemnidad de la torre del reloj se enfrenta cara a cara con la tecnología del London Eye, que se ha convertido en estación obligatoria de todo visitante. Y no es una mala idea subir a una de esas cápsulas transparentes que giran lentamente y sin cesar, mostrando a los pasajeros un atardecer en London desde las alturas.

London Eye















Richard Lionheart




















jpcik!




5.03.2006

Υδρα

El puerto de Atenas es Pireos. En el pasado se trataba de dos ciudades distintas pero hoy resulta difícil decir donde empieza una y termina la otra. Al salir de la estación de trenes de Pireos uno se topa directamente con el mar y una colección de embarcaciones para todos los gustos. Así, como si se tratara de viaje en flota, se venden tickets de todos los tipos imaginables, en pequeñas oficinas una al lado de la otra frente al muelle.

Semejante movimiento y el canto de las sirenas que devoran a los marinos incautos me obligó a dirigirme a una de esas oficinas y de algún modo terminé con un boleto en la mano. Ya que mi estadía en las épicas tierras helénicas no podía durar demasiado tomé un delfín (así llaman a esas embarcaciones) en dirección a una de las islas Sarónicas que están entre Ática y el Peloponeso: Hidra. Siguiendo las instrucciones griegas de la tripulación procedí a encontrar mi butaca, que me tuvo que aguantar durante unas cuantas horas de viaje.

Llegando a Hidra a bordo de un delfín.

Hidra es una pequeña isla alargada que vive casi exclusivamente del turismo. No solamente del turismo extranjero sino del turismo griego. Especialmente en pascuas, los atenienses se lanzan desesperadamente a los archipiélagos en busca de un poco de tranquilidad y ocio. La isla posee solamente un poblado que es precisamente el puerto de Hidra. Aparte de ese pequeño pueblo solamente hay pequeñas propiedades regadas en el resto de la superficie insular. Al llegar al puerto, Hidra recibe a los barcos exhibiendo antiguos cañones que seguramente fueron utilizados hace mucho tiempo en época de guerras contra los turcos. Hoy no queda ningún indicio de conflicto alguno, Hidra es un sinónimo de paz absoluta. La reglamentación de la isla prohíbe la circulación de vehículos motorizados, así que la gente está obligada a usar sus pies o un efectivo equipo de mulas que está a disposición. Al no haber automóviles ni motos ni camiones, al interior de la isla no hay vías pavimentadas, todo camino es empedrado, ripiado o simplemente en tierra.


El puerto de Hidra.

Pronto vi que uno de esos caminos enterrados tomaba una dirección errabunda, así que no pude resistir seguirlo. Luego de saciar el hambre con un efectivo Pita sándwich, fui a recorrer la costa de Hidra en compañía de unas mulas que pasaban por ahí. Luego de algunos kilómetros de marcha y adentrándome un poco en el territorio, pude notar que los lechos de arroyos y riachuelos estaban totalmente secos. Irónico para una isla que tiene por nombre Hidra. Mas tarde pude evidenciar que la isla se aprovisiona de agua por medio de barcos cisterna que llegan periódicamente del continente.

A medida que uno se aleja del puerto los ruidos de la gente son reemplazados por un silencio falso que en realidad es una combinación de otros ruidos más sutiles. Por ejemplo el sonido del enjambre de abejas que parecían demasiado ocupadas como para tratar de picarme. O aquella conversación entre pajarracos griegos a los que entiendo en igual medida que a sus colegas humanos. También los pasos de las mulas que no se dignan en mirar al caminante extranjero que se pasea maravillado. Pero por supuesto también está el sonido que hace el mar cuando golpea la rocosa costa de Hidra. Las pequeñas playas de Hidra son salvajes, pedregosas y llenas de rocas. Son espacios reducidos en los que el hombre puede conversar con Poseidón y pedirle que en el próximo viaje no convoque a la furia de las aguas ni provoque la ira de Ceto.

5.01.2006

Tales Of Brave Ulysses

El macizo rocoso sobre el cual está construida la Acrópolis fue visto desde la prehistoria como un magnífico lugar para protegerse del enemigo. Una masa naturalmente amurallada en tres de sus cuatro frentes y dotada de una superficie plana en la cima. Durante la edad de bronce, diversos caudillos gobernaban pequeñas superficies del Ática, incluida la Acrópolis. Pero durante el fin de la era micénica, uno de los gobernantes de la Acrópolis logró amasar el poder suficiente para unir a todo el Ática, lo que inició la creciente influencia de Atenas sobre el resto de la antigua Grecia. La leyenda indica que tal gobernante era Teseo –si, el mismo del minotauro- que eventualmente fue uno de los grandes reyes míticos de Atenas. En algún momento uno de esos reyes levantó gigantescos muros alrededor de la Acrópolis. En tiempos posteriores, los atenienses los denominarían “Muros Ciclópeos”, creyendo que cíclopes y de ningún modo humanos podían ser responsables de su construcción. Por cierto Atenas obviamente ha estado ligada a la diosa Atenea desde hace algunos miles de años. La Atenea del Olimpo en realidad es una derivación de otras diosas más antiguas. La verdad es que la mitología griega es mucho más complicada que, por ejemplo la tolkeninana, ya que fue construida a lo largo de varios siglos. Por tanto existen muchas contradicciones. El asunto es que en cierto momento se dice que Atenea y Poseidón se estaban disputando el patronato de la ciudad. Cómo ambos parecían obstinados con la idea, se resolvió que cada uno haga un regalo a los atenienses y estos elegirían el mejor de los dos regalos por votación. Poseidón pinchó una roca de la Acrópolis con su tridente y brotó agua salada, de la que surgió un corcel, el primero de los domesticados para la caballería. Por su parte Atenea hizo crecer un árbol de olivo. Todos los varones optaron por el presente de Poseidón, pero las damas prefirieron el de Atenea. La leyenda concluye diciendo que como habían mas mujeres que hombres (una mujer de más para ser exactos) Atenea fue nombrada patrona. De algún modo lo sigue siendo hasta hoy.


Templo de Hefaistos en el ágora.

Diversos templos y palacetes fueron construidos en la cima de la Acrópolis durante los periodos de paz y prosperidad que llegaban de vez en cuando, en especial en los intermedios entre las constantes guerras contra los persas y también contra los otros griegos. La supremacía helénica estuvo en disputa constantemente, y Atenas muchas veces tomó el liderazgo. Un templo antiguo dedicado a Pallas Atenea fue construido en uno de esos periodos de auge. Pero tal construcción no duró mucho, los persas llegaron en un momento dado a tomar Atenas y arrasar con todo lo que estaba en pie. La respuesta griega no se dejó esperar y se conformó una liga anti-persa liderada por Atenas. Luego de esto sobrevino la era de Perikles, el estadista que gracias al botín ganado a los persas pudo dirigir la construcción de las grandes obras que engalanaron el Ática y la Acrópolis.

La entrada de los Propileos

La gran entrada de los Propileos es una de ellas, con sus colosales columnas dóricas. Los Propileos técnicamente son simplemente la entrada al complejo de la Acrópolis, pero exceden esa limitada función. Su imponente presencia sirve de antesala para lo que viene luego. Perikles convocó a los mayores arquitectos, escultores, pintores y constructores de la época, y designó al famoso Fidias como principal comisionado de muchas de las obras. El Odeón de Perikles y el templo de Hefaistos son algunos de los grandes trabajos de esa era. A un costado de los Propileos está el pequeño pero magnífico templo de Athena Nike, dedicado a Atenea “alada”. Comparando con el resto de los monumentos, este templo resulta reducido en tamaño pero desbordante en elegancia y esa simetría perfeccionista de los griegos. Frisos esculpidos y columnas jónicas adornan el templo, aunque algunos de sus restos permanecen en museo para su mejor conservación.

Teatro de Dionisio


Adjunto a la Acrópolis está el Teatro de Dionisio, en el que se representaban las grandes tragedias que por lo visto estaban de moda en aquella época. Las obras de Sófocles, Eurípides y Esquilo se vieron desde las graderías de este lugar. Por supuesto también había comedias de vez en cuando para no deprimirse demasiado. No muy lejos del Teatro de Dionisio no puede pasar desapercibido el Herodeón. Este teatro no pertenece al periodo griego sino al romano, así que es un tanto posterior pero de todos modos vale la pena mencionarlo. Fue donado por un tal Herodes el Ático, que aparentemente tenía mucho dinero y gran afición por las artes de la antigua Grecia. Su teatro se encuentra en excelente estado gracias a trabajos de restauración que se vienen realizando desde hace años. Este teatro posee una gran entrada dotada de arcos en tres pisos. El Herodeón estaba techado así que era un “coliseo cerrado” con capacidad para unas 6000 personas, en el que se presentaban todo tipo de obras.


El Odeón romano de Herodes













Stoa de Attalos reconstruida.















En cierto momento de la administración de Perikles, muchos trabajos tuvieron que ser paralizados para darle prioridad al proyecto central de Fidias y toda su comparsa: el Partenón. El templo dedicado a Pallas Atenea es el máximo símbolo de la ciudad y tal vez de toda la nación. Plutarco da varios detalles sobre su construcción y muestra su asombro por la rapidez con la que semejante monstruo fue terminado: unos 9 años. El templo exhibe 8 columnas dóricas al frente y 18 de las mismas a los lados. A parte de los cimientos, el material es mármol, incluyendo el techo. Así, Perikles pretendía tener en su capital la obra de arte más grandiosa jamás concebida. Tal vez lo logró. Esculturas de talla sobrenatural descansaban sobre el pórtico, principalmente los dioses del Olimpo, con Atenea en primer plano. En los laterales una serie de relieves ilustraba diversas escenas mitológicas. Las principales son aquellas en las que los grandes héroes cabalgan en la caída de Troya. También está la célebre lucha contra los centauros cuando estos se roban algunas mujeres luego de una boda. Otra escena muestra la batalla contra las amazonas. Finalmente se tienen escenas de la gigantomaquia, episodio en el que los dioses del olimpo combaten frente a los titanes. Al interior del templo residió en algún momento la estatua de oro y marfil de Palas Atenea, atribuida a Fidias. No se tiene ningún rastro de tal estatua, así que probablemente fue robada y fundida hace ya muchos siglos.

A la izquierda del Partenón está el Erecteión. Este templo es otra de las grandes joyas de la arquitectura griega y sobresale por su originalidad. La ubicación del templo –sobre un terreno no precisamente plano- obligó a los arquitectos a construir un templo en 3 niveles, con dos diferentes entradas y un porche. El templo debe su nombre al mítico rey Erecteo que fue eliminado por un rayo de Zeus en la Acrópolis. El Erecteión era un lugar de culto a dos diferentes deidades: Poseidón y Atenea, y es por eso que tenía dos espacios y entradas distintas. Probablemente el porche de las Cariátides sea el detalle más conocido del templo. Las 6 figuras femeninas sostienen el pesado techo del porche sobre sus cabezas, aunque su expresión gentilmente oculta cualquier esfuerzo. Las cariátides originales se encuentran en el museo de la Acrópolis y su lugar es ocupado por copias, a modo de evitar el deterioro de las doncellas.

El ágora y sus monumentos abatidos por el peculiar capricho humano.

La era de paz de Perikles no duró mucho tiempo. Atenas lideraba la liga Délica contra los Persas, pero su crecimiento era mal visto por otras ciudades estado, como Esparta. Los aliados de Esparta sufrieron imposiciones y sanciones de parte de Atenas, que no hicieron que empeorar la relaciones diplomáticas y económicas. Todo esto derivó en la Guerra del Peloponeso que duró algo menos de 30 años. La historia de la Guerra del Peloponeso es extensa y complicada, llena de traiciones, arreglos, alianzas extrañas y todo tipo de anécdotas. El conflicto se extendió por todo el Egeo y llegó incluso a Sicilia, en Italia, donde espartanos y atenienses tenían aliados. Para mala fortuna de los atenienses, una plaga llegó a sus puertas, tragando la vida de miles de personas, incluyendo Perikles y su familia. Este sería a la larga un factor decisivo para la victoria de la Liga del Peloponeso que era liderada por Esparta. Sin embargo la hegemonía espartana no duraría mucho tiempo luego de la guerra y pasaría luego a manos de Tebas. Pero semejante conflicto debilitó terriblemente a las ciudades estado, que no podrían evitar el poderío macedónico en años posteriores.

Durante y después de la era macedónica La Acrópolis fue respetada, a pesar de los infinitos conflictos que inundaron el Mediterráneo. Durante la dominación romana el respeto pasó a convertirse en adoración, pues Roma veía a la Grecia clásica como el ejemplo supremo de perfección y trataba de copiarla en todas las artes. Es por eso que se encuentran tantas copias romanas de obras maestras griegas (como el Discóbolo o Lacoonte).
Durante la vigencia del imperio bizantino, Atenas perdería su importancia, y algunos de sus templos fueron convertidos en iglesias cristianas. El fanatismo de algunos de los líderes cristianos no fue precisamente benéfico para los monumentos atenienses. Aparentemente los rostros de muchas de las figuras esculpidas fueron cincelados sin piedad, en nombre de paganismo. Muchos de sus tesoros fueron trasladados a Constantinopla y la ciudad fue reducida a una villa. Algunos siglos mas tarde, el decaimiento del Imperio Bizantino sería aprovechado por los Cruzados, quienes en su camino a Tierra Santa aprovechaban para practicar el pillaje. En el siglo XIII la Acrópolis fue tomada sucesivamente por cruzados franceses, catalanes y florentinos, que utilizaban el conjunto como fortaleza de defensa, tal como 2000 años antes los hombres de la edad de bronce lo habían hecho.

Pero la presencia cruzada finalizó con la toma de Atenas de parte del Imperio Otomano. Grecia quedaría bajo ocupación turca por 4 siglos. En ese tiempo el Partenón fue convertido en mezquita y se le agregaron minaretes. Luego se utilizó el interior del templo para almacenar municiones y pólvora, mientras que el Erecteión funcionaba como residencia del gobernador local. Pero una guerra entre los Turco Otomanos y la República de Venecia tendría sorprendentemente a Atenas como uno de sus escenarios. Resulta que los venecianos se aliaron al Papa y al Imperio Austriaco para combatir a los turcos que osadamente habían llegado a las puertas de Viena. En un intento por incrementar su poder marítimo, Venecia tomó parte en la guerra y contrató mercenarios para engrosar sus filas. De ese modo se libraron batallas en diversas islas del Egeo y luego en la mismísima Atenas. Parapetados en la Acrópolis, los turcos vieron necesario fortalecer los muros y bloquear todo punto de acceso, así que derribaron el Templo de Atenea Nike y utilizaron sus partes como refuerzos en las murallas. Partes de otros monumentos corrieron la misma suerte, ante el acecho veneciano. Pero el comandante veneciano Morosini no se dejó intimidar por las murallas y lanzó efectivos ataques de artillería contra la Acrópolis. La excelente idea de Morosini culminó con un obús que fue a dar directamente al medio del Partenón, donde los turcos almacenaban la pólvora. El resultado: una explosión subliminal que redujo a pedazos toda la parte central del templo, columnas y muros incluidos. De ese modo los venecianos vencieron a los turcos y tomaron posesión de la Acrópolis. Pero sabiendo que no podrían soportar mucho tiempo en Ática pagando mercenarios, la República de Venecia ordenó retirarse del lugar. Sin embargo el comandante Morosini no deseaba irse con las mano vacías, así que astutamente procedió a remover las esculturas que adornaban la fachada del Partenón. En el intento, todas las esculturas de la cara posterior del templo se precipitaron al suelo y se hicieron añicos. Con semejante desastroso resultado, Morosini decidió no hacer más ruido, tomar su velero e irse.

Algún tiempo mas tarde, Lord Elgin era diplomático británico en Constantinopla, y al darse una vuelta por Grecia, se percató que las maravillas griegas pasaban desapercibidas para los ojos otomanos. Entonces tramitó un “permiso especial” para llevarse todo cuanto pudiera de la Acrópolis. Los turcos no pusieron ninguna traba, así que Lord Elgin procedió a llevarse una impresionante cantidad de piezas. Entre estas está la mayor parte de los relieves del Partenón, incluyendo los que ilustran la batalla contra los centauros y las ofrendas a los dioses olímpicos. También los restos de las descomunales esculturas del frontis entraron en la lista de Elgin. Inclusive una columna entera del Erecteión y una de las Cariátides fueron transportadas a Inglaterra. Toda esa increíble colección sería posteriormente vendida al Museo Británico, donde se exhibe hasta el día de hoy en inmensos salones. Todas las escenas de los frisos tapizan los muros de una galería especialmente dedicada al Partenón. Los trabajos realizados por Elgin son considerados por los griegos hasta el día de hoy como un vil y simple saqueo, a pesar que se puede evidenciar que las piezas en territorio británico están en mucho mejor estado de conservación. Y es que todo fragmento expuesto a los elementos sufre irreversibles deterioros.

Pero desde hace unos 30 años el gobierno griego ha formado comisiones y organismos que trabajan incansablemente por preservar y restaurar todo lo que queda de ese pasado glorioso. A pesar de las molestas visitas de incontables turistas, equipos multidisciplinarios investigan, restauran, reponen, reconstruyen, refuerzan, rearman un rompecabezas legendario, ayudados de la tecnología disponible. Incluso tienen que reparar daños de refacciones anteriores, como aquel de principios del siglo XX, en la que se utilizaron piedras metálicas que oxidaron y que ahora son remplazadas por titanio. O en el caso del templo de Nike, que fue puesto en pie utilizando los fragmentos que quedaban dispersos en el suelo. No tengo idea cuanto tiempo duren los trabajos, pero hay grúas y andamiajes en toda la Acrópolis y mucha gente que gasta su precioso tiempo tratando de revivir antiguas leyendas.

Trabajos en el Partenón