5.05.2006

Anarchy in the UK

De vuelta en London. Unos anuncios de alerta de fuego en un sector del metro hicieron el trayecto London-Luton un tanto caótico. De cualquier modo resulta interesante tener que hacer el pequeño trayecto a Luton solamente para llegar al aeropuerto. En el camino uno puede efectivamente ver “the green and pleasant land”, como dice la canción. Según relatan antiguos registros históricos, los mismos romanos se sorprendieron de la verdura de los campos y el agua en abundancia de las islas británicas.

El cambio de horario me dejó algo aturdido, pero unos buenos cafés me devolvieron el color. A nombre de la huelga que iniciaron mis lastimados pies, me interné en el laberinto que es el “underground” londinense y luego de extrañas combinaciones aparecí en Trafalgar Square. Lamentablemente la columna de Nelson estaba en reparaciones así que tuve que conformarme con ver los andamiajes. Una pena no poder saludar al mítico y mutilado Lord Nelson, tal vez el héroe militar más recordado por los amigos ingleses. La fama de grandes héroes a veces está ligada a grandes contrincantes. Nelson tuvo al frente a la marina francesa en una época en la que el genio militar de Napoleón comandaba el hexágono. Nelson estuvo al mando en la decisiva y terrible batalla de Aboukir, en la que la flota francesa en Egipto fue eliminada, obligando a las tropas a quedar ancladas en el Delta del Nilo. Napoleón logró escabullirse de algún modo y regresó a Francia para tomar el poder. Como trágica consecuencia de sus múltiples batallas, Lord Nelson había perdido un brazo en Tenerife, por salvarse de la gangrena. Además, perdió un ojo en Nápoles y llevaba un sinnúmero de cicatrices en otros lugares. Aún así y en mal estado de salud, Nelson fue continuamente promovido y enviado a misiones especialmente importantes. En 1805 comandó la flota inglesa contra los franceses en la Batalla de Trafalgar. Aun siendo superado en número por los navíos franceses y españoles, Nelson condujo a los británicos a una victoria fundamental. La derrota suponía a Napoleón el abandono de sus planes de invasión a Inglaterra y lo obligaba a continuar la aventura continental. Pero Gran Bretaña pagaría cara la victoria con la vida de Lord Nelson. Un francotirador acertó a clavarle una bala que llegó a destrozarle la espina. Según dice la leyenda, su cuerpo fue preservado en un barril de brandy en el camino de vuelta a Inglaterra. Una vez allí recibió un entierro ceremonial, de los que solo están permitidos a los miembros de la realeza, en la Catedral de St. Paul. Todas esas cosas se recuerdan cuando uno pasa por Trafalgar Square.

Pero ahí mismo está la National Gallery, que no puede ser pasada de largo, así que procedí a entrar. Una exposición temporal de “Americans in Paris” mostraba la connotación de capital cultural que ostentaba la metrópolis francesa a principios del siglo XX. Los impresionistas americanos sentían la extrema necesidad de ir a Paris para buscar reconocimiento. Por más que ganaran laureles en New York, no se sentían realizados hasta exponer sus obras en el “Salon de Paris”. La colección permanente de la National Gallery es obviamente extensísima. Abarca desde la simbología religiosa medieval hasta los colores de Turner. Como siempre, de manera inexplicable uno se encuentra con algunas obras selectas de Raffaello y Leonardo Da Vinci (La Virgen de las Rocas) en los lugares en los que menos se espera. No puedo decir lo mismo de Rubens. Me pregunto cuanto dinero habrá amasado luego de trabajar durante tanto tiempo y para tantos monarcas. A Rubens se lo encuentra en toda Europa y en cantidades industriales. Particular atención al “Juicio de Paris”, en la que aparecen tres rebosantes figuras femeninas representando a Hera, Atenea y Afrodita. Pienso en los griegos y en las historias que inventaban para justificar sus guerras. Las excusas de hoy en día no son menos absurdas después de todo.
Los holandeses tienen un lugar especial en cualquier galería de arte del mundo. Luego del renacimiento italiano, los holandeses volcaron su atención a representar temas mundanos y simples, tal vez como consecuencia de la reforma y el protestantismo, que les obligaba a dejar de lado los temas religiosos. La deprimente sencillez villana de la época se mezcla perfectamente con la maestría en el uso de las sombras, y el resultado es espléndido, Rembrandt y Vermeer a la cabeza.

Y por supuesto está Turner, para hinchar de orgullo a todos los ingleses. Maestro insuperable del color, de las formas y las luces que se funden. Capaz de hacer aparecer navíos de entre la niebla, de retratar Venecia en un ataque de pinceladas difusas, de fotografiar un atardecer a bordo de un velero en alta mar. Dicen que es un precursor del impresionismo. Tal parece que era uno de esos geniales desubicados que se impacientan y nacen antes de lo debido.

Trafalgar Square y The National Gallery






Luego de algunas horas más en la National Gallery y luego de pasar un tiempo al lado de Van Gogh y Degas, me di una vuelta por St. James Park y Hyde Park. La Union Jack flameaba a lo largo de la vía que conduce a Buckingham Palace. La reina celebraba otro año más al mando de los británicos. No está realmente al mando, pero la simbología sigue siendo vital para nuestra rara especie. Buckingham Palace, la figura de la Reina Victoria…increíble que la tradición sea tan fuerte aún en países que llevan la vanguardia en tantas cosas.

Buckingham Palace



Los edificios del parlamento no reciben visitas de extraños. Al borde del Thames, el complejo está resguardado por la figura ecuestre de Richard “Coeur de Lion”, por Oliver Cromwell y por supuesto la guardia policial. Mientras tanto el Big Ben recuerda a los pasantes que el tiempo no perdona, aunque lo hace a su estilo elegante, con esa tonadita particular que todo el mundo se ha esmerado en copiar. La solemnidad de la torre del reloj se enfrenta cara a cara con la tecnología del London Eye, que se ha convertido en estación obligatoria de todo visitante. Y no es una mala idea subir a una de esas cápsulas transparentes que giran lentamente y sin cesar, mostrando a los pasajeros un atardecer en London desde las alturas.

London Eye















Richard Lionheart




















jpcik!




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