Between the devil and the deep blue sea
El cielo es gris y tiene cara de lluvia. El latoso avión soporta sin mucho esfuerzo una serie de leves sacudidas que le ponen un poco de ritmo al descenso. -‘Que pena’ –dice un portugués sentado a mi izquierda. ‘Dejar los Alpes y encontrar un cielo más cerrado aquí en plena costa lisboeta!’
Desde la ventanilla la bienvenida la da el río Tajo, en cuya desembocadura se ha instalado desde hace algunos siglos la ciudad que hoy es capital y orgullo de los portugueses. Naturalmente ese liderazgo tiene antecedentes históricos de gran relevancia; principalmente la reconquista de Lisboa, ocupada durante siglos por los moros.
Justamente el ‘conquistador’ Alfonso Henriques, luego de acabar con el poder moro, se proclamó rey de Portugal, en plena edad media de cruzadas y leyendas de caballería. Su paso quedó marcado en Lisboa entre otras cosas por el impresionante Castelo de Sao Jorge, construido sobre una de las múltiples colinas que hacen de la capital portuguesa un eterno subir y bajar. Como casi todos los castillos medievales, su función ha mutado desde fortaleza hasta prisión, para convertirse finalmente en imán de visitantes y fotógrafos ingenuos que imaginan ejércitos y batallas épicas en medio de las piedras milenarias que sobreviven.
La vista desde el Castelo es cuando menos privilegiada. El barrio antiguo de Alfama decora las faldas de la colina del Castelo, con su arquitectura única y calles estrechas. Cada casa en Alfama es una pieza de museo, aunque los años han dejado sus trazas. Los azulejos vistosos que adornan sus paredes se confunden con el verdoso musgo que la humedad portuaria trae sin importar la estación del año. Pero es justamente ese sabor a vejez que hace cautivador al barrio de Alfama. A fin de cuentas es el barrio que sobrevivió al gran terremoto de 1755, que destruyó gran parte de la ciudad y sus antiguos tesoros e iglesias. Se cree que murieron más de 60 mil personas en ese fin del mundo anticipado, que fue sucedido de un tsunami y un incendio de gran escala.
Luego de semejante cataclismo el Marqués de Pombal – Primer Ministro de la época y figura clave en la historia de éste país- dirigió la reconstrucción de la ciudad bajo líneas urbanísticas y antisísmicas novedosas para la época. El barrio de Baixa es el resultado más célebre de ese esfuerzo. Las líneas rectas y amplias definen este barrio que hoy es el centro comercial y turístico de la ciudad, siempre abarrotado de gente multicolor.
Sin embargo la herida del terremoto nunca será completamente borrada. Algunas iglesias, como la del Carmo, no han sido restauradas y se mantienen como ruinas y testigos de la fragilidad de todas nuestras raquíticas empresas.
Algunas iglesias más afortunadas, como la catedral, aun pueden cumplir sus funciones. Otras como la enorme iglesia de Sao Vicente de Fora exhiben su claustro al público. En el monasterio están las tumbas de la última dinastía de los reyes de Portugal. Otro curioso detalle del monasterio son los elaborados azulejos que decoran casi todos sus muros con motivos e historias pintadas en azul, seguramente inspirados en el arte chino. Desde el techo del monasterio se puede contemplar el Panteón Nacional. Los huesos de personajes ilustres yacen bajo la enorme cúpula, aunque algunos solo simbólicamente, como los de Vasco da Gama.
El célebre navegante, responsable del descubrimiento de la ruta a Indias, está enterrado en el distrito de Belém, de donde los conquistadores partían a los mares en busca de gloria pero a costa de vidas e innumerables contingencias. Portugal es en cierta forma la cuna de exploradores atrevidos que se aventuraron a zarpar sin tener mucha idea de dónde llegarían ni de qué cosa encontrarían. Financiados por el infante Henrique el Navegante, los portadores de las banderas portuguesas llegarían primero a las Azores, luego a Madeira, Cabo Verde, Guinea, Ghana, Brasil, Cabo de Buena Esperanza (Cape Town), Goa (India), etc etc etc. Magallanes finalmente le daría vuelta al Globo, para completar la seguidilla de descubrimientos.
Inclusive algunas teorías indican que el explorador Corte-Real llegó a las costas de Terranova (Canadá) ante que Colón llegase a las Bahamas.
Un monumento relativamente reciente rinde homenaje al devoto infante Henrique y la tropa de conquistadores que hicieron de Portugal potencia mundial y colonizadora.
Toda esa historia de conquistas y hazañas se vive desde el distrito de Belém, especialmente en el Monasterio dos Jerónimos, donde los navegantes como Vasco da Gama recitaban sus últimas oraciones antes de partir hacia la incertidumbre de los mares. El monasterio y su iglesia son por cierto obras de increíble belleza y originalidad. El estilo es llamado ‘manuelino’ (en referencia al rey Manuel I) y combina elementos góticos y moriscos con complejísimos detalles y ornamento marítimo. Muy cerca del monasterio y con el mismo peculiar estilo ‘manuelino’ se levanta frente al río Tajo y en pose arrogante la torre de Belém. Concebida a la vez como fortaleza de defensa y monumento en honor a las grandes hazañas de los conquistadores, la Torre está armada de cañones disfrazados bajo la belleza de su ostentosa fachada.
Hoy ya no zarpan carabelas desde el Tajo, Portugal ya no es el gran imperio colonial ni la potencia naval de otrora. Pero sin duda el llamado de las olas sigue atrayendo aventureros a Lisboa, para dirigir este pequeño país entre vientos y mareas a puerto seguro.
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