2.05.2006

Ovronnaz y la Suiza de verdad

Cuando de Suiza se trata, la imagen que el extranjero dibuja suele estar cargada de nieve, montañas y tal vez algunas vacas que se pasean.
Extrañamente la vida normal de quien escribe, se desarrolla un tanto lejos de esa visión. En lugar de montañas: aulas, en lugar de vacas: estudiantes. La monotonía de la montaña parece ser en todo caso, mucho más atractiva que aquella de la vida estudiantil.

Afortunadamente existe la posibilidad de romper el ritmo por algunas horas y ver algo de esa Suiza blanca y desafiante. El extraño valle de Valais tiene por paredes a los Alpes, así que es difícil resistir la tentación de darse una vuelta por allá cuando aun es invierno.




El extraño valle de Valais, en los Alpes suizos.






Por suerte entre la masa de extranjeros existen ciertas alianzas que permiten actividades extra-escuela como esta. El lugar elegido: Ovronnaz, en pleno Valais, cerca de Martigny. El medio de transporte: una caravana de vagonetas alquiladas. Antes de subir a las alturas de Ovronnaz, fue necesario hacer escala en Martigny, para comprar provisiones y alquilar raquetas para nieve y bastones.

Luego de subir por un pequeño camino, la caravana llegó a Ovronnaz. En pocas palabras se trata de un centro recreacional para aquellos que desean entretenerse con trineos, skies, snowboards y derivados.

Una vez que cada uno tuvo las raquetas bien ajustadas a las botas y los bastones en mano, se emprendió la marcha. La meta era sencilla, subir una montaña y experimentar la presencia blanca de la nieve. En poco tiempo se siente el cansancio. No es que sea agotador, pero se nota la diferencia que hace la oposición de la nieve. Las raquetas evitan de cierto modo que las botas entren demasiado, pero de todos modos cuesta. Los bastones obligan a los brazos a poner de su parte. En algunos minutos todo se hace normal. Al entrar en calor, los sacos se hacen innecesarios y la paradójica escena de las poleras en invierno se hace presente.




La fila de marchistas, baston en mano y raqueta en pie.





El constante sonar de las raquetas entrando en la nieve, los eventuales esquiadores que descienden por un lado, trineos de niños por el otro. Escena extraña para este foráneo.
En la cima esperaban mesas y un pequeño restaurant que aprovechaba su ubicación para cobrar a discreción. Desde allí se tenía una buena vista del extraño valle de Valais, plano y angosto, amurallado por los alpes.





Estación de descanso, las salvación para los agotados.





Luego de una inevitable guerra de nieve, hubo que hacer el camino de vuelta. Pero eso no significaba el fin del viaje. En Ovronnaz existen unas termas que reciben a los adoloridos montañistas. Las termas tienen un sector cerrado y otro al aire libre, de modo que para quienes desean experimentar el cambio de temperatura, es una maravilla. La piscina está rodeada de montañas, mucha nieve y muhco frío. Es extraño pero es una especie de oasis, solamente que caliente en medio de un panorama glacial. Al anochecer, solamente con las estrellas como techo, la estadía en la piscina no perdía interés. Muchos salían por breves instantes para congelarse y luego lanzarse algua para revivir. Otros -mas exagerados- se untaban el cuerpo con nieve para darle mayor contraste al efecto.





Montañas y mas montañas.




Sin embargo el tiempo tiene que pasar -porque así funcionan las cosas- así que fue necesario retirarse en la caravana de autos alquilados, devolver las raquetas y volver a la Suiza que se oculta bajo el disfraz de los Alpes.




Sitting on top of the world.

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